Antonio Muñoz Molina, en "El nombre exacto de las cosas", prólogo a mi Escribir bien para torpes, Anaya, 2013, nos dice:
"En español, desdichadamente, musicalidad en el estilo suele entenderse como indulgencia palabrera. Nos falta educación lectora, casi tanto como nos falta educación musical. Venimos de una cultura en la que la precisión lingüística no ha importado casi nunca, porque en ella las palabras servían sobre todo para crear nubes mareantes de retórica, de retórica impartida desde los púlpitos igual que se impartía el incienso, de retórica de leguleyos y teólogos y demagogos y gente acostumbraba a traficar en aire. El barroco es una desgracia de la que no acabamos de curarnos, una infección, una calentura que ahora propagan no los predicadores de las iglesias sino los de las tribunas políticas y las emisoras y los periódicos donde una turba de charlatanes se ha instalado en sesión permanente. Cómo va a haber precisión, exactitud, llaneza, en una lengua usada para fingir que se sabe o para ocultar que no se sabe, para embarullar al contrario o señalarlo con el dedo del anatema y del sambenito, para esconder lo que se es y lo que se piensa."
Este prólogo "El nombre exacto de las cosas" es un pequeño ensayo sobre el arte de escribir visto por el nuevo Premio Príncipe de Asturias de las letras, 2013.
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