Solemos escribir por escribir, sin orden ni concierto, saltándonos nuestras propias reglas y hasta limitaciones. Y es que no sabemos nuestro propio idioma tan bien como creemos. El conocimiento completo no existe.
Por eso, añadir palabras que no son necesarias, que repiten el significado de una, forma parte de la lengua por aquello de que repetimos lo que oímos sin parar a pensar en si esa frase tiene verdadero sentido o es, en realidad, una tautología o un pleonasmo, una viciosa redundancia de palabras, decir lo mismo dos veces.
Hay escritores que mencionan mendrugos de pan duro, pelucas postizas, personas humanas, ·rodeado por todas partes, sorpresas inesperadas... y podríamos escribir un libro con ejemplos parecidos. Nosotros trataremos, por lo menos, de evitarlos.
Una psicóloga muy mona y con mucho desparpajo, ha escrito un libro cuyo título, la primera en la frente, es ¡Autoayúdate! que seguro que es muy bueno y que demuestra que la guapa autora sabe mucho de psicología... pero que muestra, antes de abrirlo, que de castellano sabe más bien poco, a menos que sea un neologismo que indique que debemos ayudarnos cuando vamos en auto: ayúdate cuando vas en auto.
No digamos que tenemos que vivir la vida. Con la vida no se puede hacer otra cosa. Tampoco diremos eso de yo personalmente... ¡por favor!
Pero hay más, y con más chispa, en Escribir bien para torpes, Anaya, 2013.
No hay comentarios:
Publicar un comentario