En el magnífico prólogo de Antonio Muñoz Molina, de la Real Academia Española, a Escribir bien para torpes nos dice:
"Exactitud y llaneza no vienen espontáneamente cuando uno se pone a escribir, menos aún a hablar. El resultado de la exactitud y de la llaneza es la naturalidad de la expresión, y por lo tanto su eficacia, que no está solo en la transmisión de los significados de las palabras o las frases, sino en su grado de expresividad. Como una canción, lo escrito tiene siempre música además de letra, y la partitura de esa música importa mucho que la haga sonar el lector, a través de su mirada y de su inteligencia, de su oído, para seguir la comparación. El lector será intérprete y público de una música tan de cámara que casi siempre sucede en silencio, aunque algunas veces, cuando una página nos gusta mucho, queremos apurar su musicalidad leyéndola en voz alta. Y no podemos saber de verdad cómo es un poema si no lo leemos en voz alta."
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