lunes, 21 de octubre de 2013

ABSTENERSE DE PAREMIAS, REFRANES

En el habla popular, de la calle, coloquial, los refranes gozan de gran prestigio y circulación. Los escuchamos por doquier y en boca de personas del más variopinto pelaje: profesores, pescaderas, políticos, tertulianos televisivos… lo cual está muy bien. Pero como estas paremias representan los verdaderos clichés de la lengua, la fraseología tópica, haremos bien en escatimar su uso en nuestros escritos. No daríamos una impresión seria si recargásemos nuestro ensayo, entrada de blog, correo electrónico o libro, con refranes, al estilo de Sancho Panza, a quien recriminaba Don Quijote su uso enloquecido.

Un refrán es una unidad fraseológica de intención didáctica o moralizadora, conocido por todos los hablantes del idioma, y por eso que son verdaderos clichés, tópicos, que pretenden inyectar moralina en el discurso y en el escrito. Debemos evitarlos siempre.
Los refranes están tan fosilizados en nuestro cerebro que los empleamos sin pensar, sin darnos cuenta de que lo hacemos y por eso necesitamos redoblar nuestros esfuerzos para evitarlos.

Ejemplos de los conocidos:
• Abril, aguas mil.
• Lo que abunda no daña.
• Quien adelante no mira, atrás se queda.
• Agua corriente no mata a la gente.
• Nadie diga de esta agua no beberé.
• A la fuerza ahorcan.
• Buscar una aguja en un pajar.
• Quien bien ama, tarde olvida.

ESCRIBIR BIEN PARA TORPES, Anaya, lleva prólogo del nuevo Premio de las Letras Príncipe de Asturias Antonio Muñoz Molina, que es un ensayo sobre la escritura digno de tener en cuenta.

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