martes, 15 de octubre de 2013

EVITEMOS EL SÍMIL

Casi todos los símiles que empleamos en la conversación corriente se han convertido, con el tiempo y el abuso, en clichés, en frases manidas que ya poco aportan nuevo al discurso, pero que se siguen empleando; posiblemente porque están asentados en nuestras neuronas casi como si fueran fósiles. Una cosa es hablar, y otra escribir. Quizá al escribir podamos parar la pluma o descansar los dedos ante el teclado para pensar cómo decir, por ejemplo, que es un tipo listo, sin caer en el "es más listo que el hambre". Aquí es donde entra el autor, el escritor. También nos debemos plantear si es necesario hacer comparaciones; quizá es pobre, es listo, es sordo, no necesiten de: como las ratas, que el hambre o como una tapia.

Veamos unos ejemplos y cómo escritores de prestigio caén en la trampa:

• Más listo que el hambre. ("Lloréns, el capataz, un alicantino de mucho mundo, más listo que el hambre" Pedro Laín Entralgo, Descargo de conciencia, 1976.)
• Más pobre que las ratas. ("Sam W. Lindo venía de chinacos liberales más pobres que las ratas pero se fue situando…" Camilo José Cela, Cristo versus Arizona, 1988.)
• Más claro que el agua. ("Eso está más claro que el agua clara". Luis María Anson, Don Juan, 1994.)• Más viejo que Matusalén. ("…más viejos que matusalén". Andrés Berlanga, La gaznápira, 1984.)
• Más contento que unas Pascuas, castañuelas. ("Vendrá más contento que unas pascuas". Luis María Anson, Don Juan, 1994.)
• Blanco como la nieve. ("…en la cubierta de un yate grande y blanco como la nieve…" Arturo Pérez Reverte, La reina del sur, 2002.)
• Negro (oscuro) como boca de lobo. ("…señaló la puerta entreabierta que daba a la calle oscura como boca de lobo y desierta a la sazón…" Eduardo Mendoza, La verdad sobe el caso Savolta, 1975.)

Antonio Muñoz Molina, en su prólogo a ESCRIBIR BIEN PARA TORPES comenta sobre este tema. Publicado por Anaya, 2013.

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