martes, 27 de mayo de 2014

LA ERRATA IMPRESA O LOS DUENDES TIPOGRÁFICOS



Los errores tipográficos en la letra impresa son la pesadilla de todos los autores, de todos los que escribimos. Pueden fácilmente convertirnos en el hazmerreir de la comunidad cultural y avergonzarnos y acabar siendo la mofa y diversión de nuestros detractores.

No hay libro que esté exento de esta lacra, a pesar de tener mecanismos muy sofisticados tecnológicamente. Las galeradas se corregían hasta tres veces, en ocasiones por correctores diferentes, que eran incapaces de detectar el gazapo que se ríe de ellos en sus barbas, y que es obvio una vez impreso el libro.
Ahora ya no hay ni correctores. Los editores, en su afán de dinero, escatiman  y esperan que el autor lo haga todo. ¡Van apañados! Luego se quejan. 

Se conoce la errata de imprenta como duende, gazapo, errata, mosca, mentira y mochuelo en la jerga de impresores.

La errata aparece en todas las lenguas.

Ramón Gómez de la Serna definió la errata tipográfica con dos greguerías: 1. “Un microbio de origen desconocido y de picadura irreparable…” 2. “Las erratas son las hermanas de las ratas.”
 José Esteban escribió en el 2002 un librito titulado Vituperio (y algún elogio) de la errata que informa de numerosas erratas chuscas.
Se publicó La feria de los desiertos de Pío Baroja que era en realidad La feria de los discretos.
Alejandro Dumas sufrió que publicasen La dama de las camellas en vez de La dama de las camelias.
Cuando murió Blasco Ibáñez un periódico explicó que el cuerpo del escritor iba cubierto de una señora, por señera.
Otro periódico hizo referencia a todos los errores tipográficos de un libro de Alfonso Reyes diciendo: Acaba de publicar Alfonso Reyes un libro de erratas con algunos versos.
A Manuel de Prada le cambiaron su frase sobacos intonsos por sobacos intensos.
Roger Colom escribió un artículo sesudo titulado El “Pero”, estudio lingüístico que apareció impreso como El “Pedo”, estudio lingüístico.”
A Manuel Altolaguirre le cambiaron el verso Yo siento un fuego atroz que me devora por el más interesante Yo siento un fuego atrás que me devora.
Un crítico literario dedicó sus artículos sobre estética de vanguardia a la Condesa de X, diciendo: Cuyo exquisito gusto conocemos bien todos… pero el duende de la imprenta cambió gusto por busto.
“La señora Marquesa se durmió y el señor Marqués, después de darle un beso en la frente, salió de putillas.” Putillas por puntillas.

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