No
todo es seriedad en el idioma, que tiene su trastienda jocosa, chusca,
hilarante pero que forma parte del devenir cotidiano de la comunicación.
Podemos sonreír ante los gazapos que cometemos pero en el fondo demuestran la última
realidad: la oralidad. Y es que el lenguaje es oral y personal y todos somos
como loros que repetimos lo que hemos oído pasándonos los unos a los otros,
frases y palabras mal digeridas y nunca comprobadas. La capacidad de reírse de
uno mismo demuestra la superioridad del hombre. Decía Bertrand Russel que un
signo inequívoco de depresión era la creencia de que nuestro trabajo era
importante.
Sonriamos un poco y consideremos las siguientes versiones de la
realidad lingüística.
Hispanoparlante
por hispanohablante
Fregaplatos
por friegaplatos
Ciudad
Linial por Ciudad Lineal
Repantingarse
por repantigarse
Rintintín
por retintín
Presignarse
por persignarse
Rodapiés
por rodapié
Telesférico
por teleférico
Nieblina
por neblina
Madalena
por magdalena
Desacompasado
por descompasado
Toballa
por toalla
Intérvalo
por intervalo
Exilado
por exiliado
Ventidós
por veintidós
Satisfacerá
por satisfará
Turtículis
por tortícolis
Reivindicación
por reivindicación
Viciversa
por viceversa
Fuertísimo
por muy fuerte
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