Los vocablos y la
fraseología también caen en desuso, dejan de recibir el beneplácito de la gente
que los relega y entierra en el camposanto destinado a lo que ya no sirve.
La sociología y las
costumbres cambian. Y el lenguaje sigue esa pauta del cambio.
Saco de mi antiguo
“cartapacio” donde escribí hace años (cuando la dictadura de Primo de Rivera)
con mi “palillero” (no tenía “pluma fuente” ni “taquimeca”) las siguientes
notas:
Antaño la mujer tenía
menos derechos pero conservaba algunos pequeños privilegios galantes: “A los
pies de usted, señora”, decían los caballeros. También se les oía: “Beso a usted
los pies, señora”, que sonaría cursi en nuestro siglo (XXI). Ahora con un
“Hola, tía”, es más que suficiente.
Un joven, después de pensárselo
muchísimo, se acercaba, en un baile, a una “joven agraciada” (tía buena de hoy)
y le preguntaba: “Me concede el honor de este baile.” Y la joven buenorra, digo
agraciada, miraba al hombre de pies a cabeza y soltaba un: “Pues, no.” Y eso que la susodicha joven era una
“marmota” (criada) con las piernas llenas de “cabrillas” del “brasero”. Luego se tomaban un “combinado”, de todas
formas.
Si la señorita ejercía
de “ama de cría o de leche”, tenía que ir a casa a amantar al “rorro”, y a
dejar que el “señorito” le diera algún “tentón”. Su novio era un “quinto” de
Badalona.
El “pollo pera” se ponía
el “sobretodo” y “los chanclos” porque llovía mucho y ella el impermeable de
“plexiglás”.
La gente se pasaba el
día en el cine de “sesión continua”, o de “estreno”, y las parejas se sentaban
en la fila de los “mancos”, para “darse el filete o el lote.” Y cuando no,
organizaba “guateques” en casa y escuchaban música en el “picú” o la “gramola”.
Luego vino el “walkman”, pero más tarde.
En los “cafés concierto”
los viejos se “timaban” con las “pollitas” de buen ver. Los “pisaverdes”, los
“lechuguinos” no tenían nada que hacer, no podían ni “cucar” el ojo.
Si la “marmota” no se
casaba antes de los 22 años, se quedaba “a vestir santos” y se convertía en una
“solterona”, y con el tiempo en “vieja solterona”.
Al fin de mes se les
daba a todos “el sobre” que duraba hasta el día diez nada más.
Los viejos fumaban
“picadura” o cigarrillos “de hebra”, usaban “mecheros de yesca” y se guardaban
las colillas en el bolsillo.
Antes a los sin techo se
les llamaba “pordioseros” porque pedían “por Dios.” Estos pordioseros eran
también unos “piojosos.”
Los Reyes Magos “venían
pobres” todos los años y los niños desaliñados eran “como gitanos” (“vas hecho
un gitano”, decían las madres. Esa frase ahora no es políticamente correcta.)
Al terminar una carta la
gente escribía: “Quedo de Ud. s.s. q.e.s.m” (su seguro servidor que estrecha su
mano.)
Y los pliegos oficiales terminaban con un: “Dios
guarde a usted muchos años.”
Y los que se
consideraban importantes gritaban a los guardias: “No sabe usted con quién está
hablando.”
El lenguaje del mundo de
ayer, que ya se ha ido para nunca más volver, como la juventud.
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